lunes, 12 de octubre de 2009

Afloro pensativa en la tranquilidad de mi mundo personal


En mis puras horas de armonía puedo sentir al mundo entero girar lento y tranquilo como yo. Un momento de calma después de un día cargado y revalsante de sentimientos, en los que sola puedo regocijarme. Un cigarro que se sostiene sobre mis dedos. Un espejo hechado a mis piés desnudos refleja la visión permanente del cielo descubierto que desde allá arriba me aferra a la paz que logro alcanzar. Es entonces cuando una flor de un color nunca antes visto me acaricia la espalda y mi fiel compañía se acomoda para volver a llenarse después del vacio que me generó ayer la ciudad; toda agolpada y salvaje.
Gran cantidad de hormigas pasan cerca mío y me siento contenta con su compañía, que no altera mi mundo calmo. No necesito hablar, entienden mi presencia. Saben comprender los ruidos hondos que intrigadas las acercan a mí. Y así es como me siento atraída hacia las cosas que tienen consciencia... por ejemplo una hormiga es dueña de un gran sentido de organización y lealtad ganandose mi respeto, y por el contrario algunos humanos saben de cosas que a mí espíritu hoy sólo lo cargan de vacío y cuestionamiento.
El sol brilla más a medida que mis sensaciones lo alcanzan. Su amarilla prescencia se refleja en las hojas del árbol que me protege y provoca un efecto a mis retinas de pura transparencia. Y yo así permanezco... llena de mis sensaciones que a medida que el tiempo transcurre me alejan del cuerpo superficial del mundo y me acercan más al corazón del universo. Porque el corazón es al fín de cuentas el único sabio y esta soledad tan mía, es el pasaje de ida hacia el lugar que yo necesito. El amor divino se va haciendo testimonio dentro de mi corazón, y una sensación me dice más sobre el amor que un millón de palabras...

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