viernes, 31 de julio de 2009

Un duro pero fantástico cuento de hadas

Año: 2005 Director: Terry Gilliam -País: Canadá -Género: Drama

Sinopsis:

Jeliza-Rose es una niña que se encuentra en una situación muy poco corriente: sus padres son drogadictos. Cuando su madre muere, se embarca en un extraño viaje con su padre, Noah, un roquero desfasado. La película salta de la realidad a la fantasía, pues Jeliza-Rose escapa de la inmensa soledad de su nueva casa y entra en un mundo de fantasía que existe en su imaginación. En este mundo, las luciérnagas tienen nombres, los hombres de barro despiertan al anochecer y las ardillas hablan. Sus confidentes son las cabezas de cuatro muñecas, separadas de sus cuerpos hace mucho tiempo, hasta que conoce a Dickens, un joven disminuido psíquico con la mente de un niño de diez años. Vestido con un traje de natación, se pasa el día escondido en una destartalada cabaña que hace las veces de submarino mientras espera el momento de cazar al monstruoso tiburón que vive en la vía del tren. También está la hermana mayor de éste, Dell, una esbelta figura espectral vestida de negro que se oculta tras una malla de apicultor.


Critica:

Tideland nos entrega una muy lograda semblanza sobre la formación de los seres humanos, las quimeras infantiles y la resistencia de los muchas veces subvalorados y cosificados niños. El humor absurdo, el ritmo frenético, el tono grotesco, las secuencias surrealistas y los condimentos picarescos vuelven a decir presente dentro un contexto de cuento maldito, iconoclasta y misantrópico.


La excelente fotografía se convierten en parte fundamental del relato, a medida que empiezan los encuentros entre Jeliza-Rose y un puñado de extraños personajes con serios problemas mentales, por una u otra razón.


La película más que criticar a los adultos lo que pretende es asustarlos, como el propio realizador se encargó de aclarar. El retrato de la niñez que propone "Tideland" es portador de una profunda inteligencia. Los personajes son complejos y convincentes gracias al maravilloso guión y a la muy buena labor de todo el elenco.


Ahora bien, gran parte del film recae sobre los hombros de la pequeña promesa Jodelle Ferland, interpretando en forma brillante no sólo a Jeliza-Rose, sino también a las cuatro cabezas de muñecas con las que mantiene recurrentes conversaciones (en uno de los típicos juegos de roles que se practican durante la infancia). Ferland construye una caracterización tan prominente como increíble para su corta edad.


La magnífica y minimalista puesta en escena pone en ridículo a las grandes producciones de Hollywood que, para conquistar un público ávido de dramas supuestamente “serios”, derrochan millones y millones de dólares vaya uno a saber en qué. El espíritu aguerrido e inconformista de Gilliam nos entrega una certera aproximación al ideario y la praxis infantil, sin subestimar a los niños y comprendiéndolos en sus propios términos... amputados como todos lo estamos en un mundo que avanza dos pasos y retrocede tres. Ejemplo de todo esto es la escena en la que Jeliza-Rose ve una ardilla: frente al comentario de una de sus “chicas” sin cuerpo referido a la posibilidad de que sea un hada, ella, conocedora de que sólo las luciérnagas lo son, responderá sabiamente que “los traseros de las ardillas no brillan”.

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