lunes, 26 de julio de 2010

Crónica de una noche Flamenca

Si digo SANGRE, me refiero a la música gitana y todo lo que ésta trae consigo. Claro, es el "flamenco", ese abanico de potencias puramente artísticas donde se despliega la pasión que uno lleva adentro y se inflama cada vez que se oye sonar ese maravilloso e inigualable guitarreo español. ¡Como se incendia esa bendita guitarra!
Todo ocurre de la mejor manera, al compas de unas palmas, golpeando el suelo con decisión, mostrando la dureza de esos tacos que febriles danzan, y los toques de percusion de ese desquiciado cajón que acompaña festivamente el movimiento. En escena, mujeres con fervor Andaluz; vestidos de lunares ceñidos al cuerpo y bolados por doquier que se mueven de un lado para otro, y sus brazos que con rigurosos movimientos enfatizan el bailoteo y lo hacen brillar... y luego en escena, también ingresan los desafiantes bailaores que con el pecho en alto dejan el alma por amor a esta danza. Cuanto movimiento! De que manera arde el fuego sobre el tablao!. Las luces bajan repentinamente, se despliegan montones de abanicos, y los cantaores comienzan a entonar sus voces desgarradas que te atraviesan de manera extraordinaria el alma. Cuanto poder de traspaso que tienen, toda su copla con esos quejios del corazón se quedan grabados en mí por siempre... La emoción me invade, pues me llevo impregnado un magnífico show, aquellas penetrantes coplas, un baile pasional y un ole!

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