Así nos sentimos a veces, cuando terminamos un ciclo de nuestra vida, pero aún no nos hemos incorporado al siguiente. En el aire, entre el miedo y la confianza, entre el duelo y la esperanza. Al igual que un trapecista, el joven, en medio de un vigoroso movimiento, debe soltar la seguridad de la barra que significa la infancia y tratar de afirmarse en la adultez, y depende durante un expectante intervalo de la relación entre el pasado y el futuro y de la confiabilidad de aquellos de quienes debe desprenderse y de quienes lo recibirán.
(E.Erikson)
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