martes, 16 de marzo de 2010

Il rituale strano della mia mamma

A mi me madre le encanta sacarse los mocos y probarlos como si fuesen una exquisites. Ocurrió esta tarde de verano otoñal, mientras nos serviamos de esa sabrosa infunción bien caracteristica del Rio de la Plata.
Estoy segura de que no muchas personas, pueden ser espectadoras de este morboso y despiadado acto que yo observo consternada a traves del reflejo de un vidrio, como es que mi mamá transformada en sombra, hojea una revista barrial, mientras que con tanto placer sumerge y escarba con su dedo indice rígido como espada en el orificio oscuro de su nariz, dando vueltas concentricas para llegar bien a fondo buscando rastros de mucosidad, dando lugar a que se produzca esta escena temible, y luego su dedo un poco doblado imitando ser una cuchara para el mejor postre, lentamente toca las comesura de sus finos labios para que de una vez por todas, sus papilas gustativas puedan ser las hacedoras de semejante acto abismal.
En muchos siglos atrás antes de cristo, seguramente los mocos de mi mamá se hubiesen fermentado con hierbas extraidas del Nilo y tal preparación serviría como poción mágica para complacer caprichos de las divinidades de aquellos imperios.
En el preciso momento en que la observo hurgando en ese agujero tunel negro nunca antes explorado minuciosamente por un ojo humano, la tele encendida en un canal de documentales hablando sobre la ciencia, me informa las caracteristicas del cerebro humano y hacen exaltar la maravilla de tal órgano. Pronto esa voz cientifica que resuena a lo lejoz me hace sumergir en una cápsula fantástica cerebral y comienzo a hacer libres asociaciones de la figura de mi madre, convirtiendose en un ser involucionado del pasado, como aquellos hombres monos de la prehistoria que comían piojos ajenos de otras cabezas. Luego imagino que si la humanidad estuviese en una situación de extinción debido a que en el mundo no habría más alimentos para sobrevivir, todos podríamos salvarnos, pues en la nariz de mi máma podriamos encontrar la respuesta ante el terrible problema, y sería ella la mayor productora de mocos alimenticios nunca antes igualada por ninguna corporación millonaria actual.
Yo no logro contener mis carcajadas, porque no comprendo que cosa concebible en su materia gris o blanca, la llevan a realizar semejante obra pánica. Supongo que mientras se pierde en las miles de letras de la revista bajo hipnosis, su mente retrocede a su infancia y allí se ve como una niña de pelo largo y lacio, que hurgaba en su nariz queriendo llamar la atención de sus padres. No lo sé en realidad, sólo mi percepción del hecho lo supone. Y me vuelvo a preguntar si en sus 49 años siempre realizó el mismo acto a modo de ritual.
Mientras yo sigo riendo, intento no elevar las carcajadas, no quiero que se entere que la estoy mirando, analizando, fantasiando, explorando, investigando. Tal vez si se da cuenta sea como despertar a un sonámbulo de su trance, seguramente se vuelva loca e intente matarme.
...Pero lo vuelve a hacer sin reserva y veo como goza. Chupa el mate y los restos de esos trozos resecos de células protectoras de la nariz chocan contra el pedazo de metal y sus partículas se escurren por el tubo para entremezclarse por fín con la yerba y finalmente formar un coctél. Ratifico esa sustancia que tiene su nariz, luego que me toco el mate a mí, que como lo imaginé en un principio, es digna esa mucosa sabrosa para digerir. Púes los mocos de mi mamá no son salados y repulsivos, que de lino son, y gustosos, saben a azúcar finamente cristalizada.

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