lunes, 7 de junio de 2010

Busquedas, muchas variantes.

Me llega la oferta. No me dicen demasiado y me citan. Voy sin demasiadas expectativas, una vez más mi percepción a flor de piel. Viajo, finalmente llego. Un mundo agitado y formal que no me pertenece. Edificio lujoso, eterna repulsión. Me anuncio en la entrada, me piden identificación (¿antiterrorista?). Mucho traje y taco. Yo en zapatillas y con actitud. Me dan una tarjeta para entrar y salir de su cárcel lujosa. Subo al primer piso. Deseaba no haber ido. Me miran todos. Se preguntan que hago en ese torbellino de poder. Ingreso al infierno mísmo. Me anuncio con una recepcionista que le hace sexo oral al jefe. Viene a mí el cerdo Enrique, señor manipulador empresarial. Me habla y no lo escucho. No quiero que me contamine el alma. Escúpe mientras habla, tiene mal aliento y dice plata cada dos palabras. No lo soporto. Termina su discurso codicioso, me siento completamente vacía. Se enriquecen gracias a unos tontos. Pienso que por suerte es la última vez que lo veré en la vida, y huyo despavorida.

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