(Fragmento extraido)
Los gitanos en Cara

A ellos les gustaban los muebles rotos, los aparatos estropeados, las piezas que sobraban de las obras, la masilla. Y luego, construían artefactos rarísimos, inventos para detectar la dirección del viento o la altura del sol o la duración, a su manera, de los meses, que para ellos, como el lunes y el martes y las horas voraces y el calendario, carecían de prisas e importancia.
Eran libres. Como una estación con linaje muy propio, al margen del espacio. Dependían del clima, de la sombra, de los arroyos, de la naturaleza, en general, y de las brasas. Y no necesitaban gobernantes ni médicos. La salud la heredaban del aire puro, del paisaje... de ser independientes, soberanos; de cambiar de lugar cuando no estaban cómodos o sentían acaso el peso de la rutina, de huir sin ataduras ni remordimientos, pues con ellos erraba todo lo que era suyo, muy suyo, el perro, la familia, los burros y cuantos artilugios cabían en la caravana.