Nos fuimos de ese rincón, dis
destello alegra mi corazón. Claro, son personajes, muchos tipos de personajes que le dan un poco de calor a tan desolado reencuentro. Un ensayo de teatro, una profesora malvada que usa sus órdenes como un látigo flexible donde castiga a sus personajes de fantasía. Me paro a sacarles fotos para llevarme un recuerdo de estos simpaticos seres y un hombre observador, me pregunta si soy fotógrafa, lo que nos aleja la visión del espectáculo por un momento y nos hace intercambiar palabras y gustos en común en una linda conversación. Él era Hare Krishna y le compre un CD de música tradicional de la india que disfrutaría en paz al llegar a mi casa. Entonces salimos con él convertido en desconocido hacia la ruidosa ciudad, y caminamos juntos al mismo paso, separados por un abismo. Seguimos marcha sin saber a donde íbamos, sin emoción, trazando fronteras entre los dos. Y la vuelta de la vida nos llevo a ese planeta gigante que aterrizo hace muchos años en la ciudad de buenos aires, donde un príncipe de cabellos de color trigo nos esperaba para darle un poco de magia al trascurso de la tarde. Si, fue hermoso, necesitaba en mis adentros nutrir mi espíritu con algún espectáculo de este tipo, viajar para explorar otros planetas que con sólo mirar hacia el techo, estaban muy cerca de mí. El frío en esta primavera me oprimía un poco mas a medida que atravesaba silenciosa el denso bosque de la capital, y mi boca solo necesitaba algo caliente, que justamente no eran sus besos. Buscamos por largo rato un bar para tomar y darle un marco final a esta historia... sabíamos bien en nuestros adentros que sería la ultima vez que volveríamos a vernos... quedandome en la memoria un lindo recuerdo que un día había pasado entre los dos y grabada una frase en mí que daría fín a este viejo libro que vivimos:
Hasta siempre, nos dijimos.